lunes, 17 de agosto de 2009

Deja vù..

Sábado a la noche. Estoy en casa. Perece que no voy a salir. Me entero a donde vas vos. Vas con tu novia, no importa. Me olvido del parece. Busco quien me acompañe, no encuentro. Salgo. Paso unas horas pensando sola sobre uno de los sillones. Nadie me presta atención. Vos no apareces. Aunque pará... ahí estas, feliz. Te cruzas conmigo. No me ves. O tal vez solo disimulas. No se, ya no me importa. Yo me quedo mirándote. A vos, a ella, a tus amigos. Al lado mío una pareja discute. Se pelean. Ella se enoja y tira su copa... Vidrios rotos. Los veo. Miro a un lado y a otro. Antes de que los junten agarro uno. Ahora disimulo yo. Estoy sin ganas de pensar. No pienso. Definitivamente no pienso. Me olvido de las miradas que ahora si me miran. Me vez... aprovecho ser el centro de atención. Hago una locura. Corres hacia mí. Te miro, me miras. Nadie entiende lo que pasa. Ni yo. Cierro los ojos. Escucho tus gritos. Fuertes, muy fuertes. Tanto que me despiertan. Estoy sola. Acomodo las sabanas, me resigno y sigo durmiendo. Otra vez la misma pesadilla...

domingo, 16 de agosto de 2009

Reír llorando, llorar riendo.

Mis pies me guían en un camino que no conozco, pero que debo recorrer. Las calles desaparecen detrás de mis espaldas. Y el horizonte sigue allí, firme en su lugar. No comprendo cuando alguien me dice que voy mal. No entiendo porque alguien creería que me equivoqué. Solo puedo razonar con quienes no razonan. La vida es una sola y equivocarse es su parte más valiosa. No sé lo que es ganar. Pero sé lo que es competir. Sé lo que es sonreír. Disfrutar. Lo aprendí en una de mis travesías. En una de mis odiseas. En uno de esos caminos que me dijeron que no tomara. En uno de esos que por testaruda no deje de tomar. Uno que me lastimó, si. Que me hizo llorar, si. Pero mis lágrimas no fueron tan solo un par de gotas de agua. Fueron más. Fueron gotas de sabiduría. Lloré. Pero comprendí también. Comprendí que la felicidad es una ruleta. Una ruleta en constante movimiento. Y aunque a veces gira demasiado rápido, aunque a veces parezca imposible de alcanzar, aunque a veces lo sea. Siempre vuelve a golpear nuestra puerta. Siempre vuelve a decirnos "aquí estoy, nunca me fui".