domingo, 16 de agosto de 2009

Reír llorando, llorar riendo.

Mis pies me guían en un camino que no conozco, pero que debo recorrer. Las calles desaparecen detrás de mis espaldas. Y el horizonte sigue allí, firme en su lugar. No comprendo cuando alguien me dice que voy mal. No entiendo porque alguien creería que me equivoqué. Solo puedo razonar con quienes no razonan. La vida es una sola y equivocarse es su parte más valiosa. No sé lo que es ganar. Pero sé lo que es competir. Sé lo que es sonreír. Disfrutar. Lo aprendí en una de mis travesías. En una de mis odiseas. En uno de esos caminos que me dijeron que no tomara. En uno de esos que por testaruda no deje de tomar. Uno que me lastimó, si. Que me hizo llorar, si. Pero mis lágrimas no fueron tan solo un par de gotas de agua. Fueron más. Fueron gotas de sabiduría. Lloré. Pero comprendí también. Comprendí que la felicidad es una ruleta. Una ruleta en constante movimiento. Y aunque a veces gira demasiado rápido, aunque a veces parezca imposible de alcanzar, aunque a veces lo sea. Siempre vuelve a golpear nuestra puerta. Siempre vuelve a decirnos "aquí estoy, nunca me fui".

No hay comentarios:

Publicar un comentario